No dejamos nunca de buscar remedios y mejorías para nuestra salud que cada día tienen que cumplir mayores expectativas. Uno de los últimos tiene sus pros y muy pocos contras.
Cada día aparecen nuevos tratamientos, dietas y pautas alimentarias que prometen revolucionar nuestra salud aportándonos todo lo que necesitamos. Uno de los más nuevos y que está en boca de todos es desayunar agua con limón y bicarbonato. A esta mezcla se le atribuyen propiedades que van desde evitar la acidez de estómago o blanquear los dientes hasta curar el mismísimo cáncer. Como en todo, hay verdades, verdades a medias y mentiras.
Este tratamiento se basa en unir elementos con pH de valor opuesto. El pH es el grado de acidez que tiene la disolución acuosa. Esta escala mide el valor entre cero y 14, siendo un pH neutro el del agua, que tiene siete exacto. Los ácidos tienen un pH muy bajo. Por ejemplo, el ácido clorhídrico tiene cero, el ácido sulfúrico de una batería tiene menos de uno, y el zumo de limón tiene 2,4.
En el otro lado están las bases, también conocidas como sustancias alcalinas. La sosa caústica tiene un pH de 14; la lejía, de 11,5, y el bicarbonato sódico, de nueve. Cuanto más alejadas en esta escala están dos sustancias, más reactivas son entre sí. Al reaccionar una base con un ácido, el resultado siempre será una sal (no necesariamente sal común) y agua, con la posibilidad de que también surja dióxido de carbono.